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Nuevo mundo

Aldámahtar se apoyó en la pared del hangar. Veía como las naves de transporte Tau, Orca según le habían dicho, despegaban y ponían rumbo al enemigo. También los guerreros de la casta del fuego iban embarcando en los transportes. El eldar saludó a uno de los Tau de la escuadra que en ese momento pasaba a su lado. Aquel guerrero y el había creado un relación amistosa y el tau le había enseñado parte del su idioma, lo suficiente para hacerse entender. El guerrero le devolvió el gesto.
Aldámahtar sentía que estaba excluyendo a sus tropas, en cierto modo comprendía la decisión del Aun’o de no dejar partir a las Lagrimas, no estaban al máximo de sus capacidades y así se lo había hecho a entender a la Exarca Espectro que ahora se encontraba al mando de las fuerzas de Ulthwé en ausencia de sus dos líderes.

El soldado se dirigió hacia el hospital, no sabía si los videntes habían sido informados de la situación.
En primer lugar se dirigió a la habitación del vidente Durell.
- Vidente, ¿estais ahí?- dijo, golpeando levemente la puerta. Nadie respondió.
Al eldar le extrañó que no le respondiera, se suponía que no podía abandonar su cuarto hasta no estar recuperado del todo.
Aldámahtar oprimió el botón de apertura y la puerta se deslizó hacia un lado silenciosamente. La habitación estaba vacía, el vidente no se encontraba dentro.
El guardián entró en la estancia.
- Soldado, ¿qué hacéis aquí?- Aldámahtar se giró al oír la voz. Durell estaba en la puerta, contemplando sorprendido al guardián. Al eldar no se le escapó el detalle del vidente girando sin cesar una especie de anillo que llevaba en el dedo anular.
- Vidente, os estaba buscando. El Aun’o ha empezado la contraofensiva, unidades Tau y la flota de combate de Da’fio están partiendo en este momento. Apenas quedan transportes.
- ¿Cómo?- Durell levantó la voz. Eran demasiadas emociones para un solo día y aún no estaba recuperado del todo.- Debemos avisar inmediatamente a la vidente Eth-khalion. Debemos…
Durell cayó al suelo, y toda la habitación desapareció. La imagen del lugar fue sustituida por otra. Una serpiente multicolor se retorcía en una cárcel de energía. Sin embargo, la serpiente reía y Durell se sintió enloquecer al escuchar el estridente sonido de las carcajadas del ente. La imagen se desvaneció tan rápidamente como había surgido.
El vidente recuperó la visión y lo primero que fue es a Aldámahtar inclinado sobre él.
- ¡Vidente! ¿Estáis bien?
- Sí, sólo ha sido…sólo ha sido una pequeña indisposición. No pasa nada, debemos avisar a Lilith.
Salió de la habitación sintiendo los ojos del guardián, que iba detrás de él, contemplándolo fijamente.
Encontraron sin dificultades la habitación donde se alojaba la vidente. La encontraron sentada en una silla. Aparentemente estaba dormida, pero Durell sabía que lo que hacía era meditar.
- Vidente.- Durell se acercó a ella y le habló al oído. Despertarla bruscamente del trance podría resultar fatal.- Vidente, despierte.
Lilith, se encontraba muy lejos de allí, llevaba toda la tarde de meditación, desde que había despertado, intentando encontrar indicios del aura del maestro Ulthran. No había logrado sintonizar con él, y eso sólo podía suponer una cosa. Que Eldrad Ulthran había muerto, tal como le dijo Arathion…
Poco a poco, Lilith fue volviendo en sí, la voz de Durell cada vez se hacia más clara, hasta que finalmente despertó.
- Durell, ¿Qué haces aquí?
- Vidente, tenemos problemas. Los Tau han empezado el ataque a los Necrontyr...Sin contar con nosotros.
En pocos minutos la pusieron al corriente de todo. Aunque Durell se abstuvo de contarle su visión, ya tenían suficientes problemas.

El Aun’o se encontraba supervisando el embarco de las tropas desde el centro de mando, y tenía las comunicaciones centradas en el “Justicia del Tau’va” que dentro de poco abriría fuego sobre la estrella de Ygmir.
Las puertas del centro se abrieron. Myien miró hacia ellas. Entraron los dos videntes de Ulthwé, Lilith y Durell, y uno de sus soldados.
- ¡Aun’o! ¡Exijo una explicación!- Lilith se acercó al Tau.- ¿Porqué no se nos ha informado del ataque?
- Vidente, yo creí oportuno que no participaran, sus tropas aún están demasiado debilitadas. Y no serían capaces de combatir.
Lilith estaba apunto de responderle cuando el sistema de comunicaciones restalló. Una voz Tau inundó la sala.
“Justicia del Tau’va en posición. Lanza Cazadora Estelar lista. Objetivo fijado. Disparo en diez…nueve…ocho…”
En la mente de Durell volvió a resonar la risa estridente de la serpiente de su visión.
“Tres….dos….uno. Fuego”
La sala quedó en silencio. El Aun’o estaba expectante. Ahora descubriría si habían tenido éxito.
“¡Objetivo alcanzado! ¡Aun’o, lo hemos conseguido, lo hemos…”
Lilith no alcanzó a oír el resto. La sala en la que se encontraba se desvaneció. La oscuridad ocupó su lugar. De la oscuridad surgió una luz, era una luz cambiante que pronto tomó la forma de una serpiente multicolor. Lilith vio como la serpiente parecía escapar de una extraña prisión.
Apenas duró un segundo, demasiado tiempo.
- Du…Durell.- Lilith miró a su segundo.
- Sí, vidente. Yo también lo he sentido.
Myen miró a los videntes, él no era capaz de comprender los trucos mentales de los eldars.
- ¿Qué es lo que han sentido?- preguntó.
- Una perturbación en el Empíreo.- respondió Lilith.- No se que es lo que ha hecho esa “Justicia del Tau’va”, pero no ha sido nada bueno.
- ¿Cómo?- Myen no podía creer lo que decía.- ¡Hemos acabado con la estrella de uno de los Señores de los Necrontyr! ¡Ahora no tienes ningún lugar al que huir para recobrar fuerzas! ¡Lo tenemos a nuestra merced!
- Pues en su empecinamiento por acabar con un enemigo han liberado a otro, aún más poderoso.

Ragna-lok sonrió. Esperó a que la brecha que esas ilusas e insignificantes criaturas había creado en su prisión se abriera aún más. Ragna-lok no recordaba cuanto tiempo llevaba encerrado allí, pero ahora podía salir de nuevo y extender el caos por la galaxia tal y como había hecho antes de ser encerrado.
Ragna-lok centró su atención en uno de aquellos planetas. Las criaturas llamadas “tau” y los llamados “humanos” combatían contra los sirvientes de los Yngir. Prestó especial interés en uno de los combates, ya había encontrado un huésped.

El Gue’ve’sa Samuel recuperó la conciencia, recordó haber luchado contra esos malditos necrones y como de repente algo cayó del cielo, consumiendo tanto a sus compañeros como a sus enemigos en unas llamaradas de un color que variaba entre el azul y el púrpura. Samuel se sorprendió de estar vivo.
Se acercó hasta el cráter que aquella cosa había creado al caer. Algo en el centro le llamó la atención, bajó por el cráter y se acercó. Era una piedra pero con la particularidad de que parecía estar cambiando continuamente de forma. Samuel no pudo resistir la tentación de tocar el objeto, y al hacerlo, su cabeza se llenó de imágenes. Eran imágenes que le prometía riquezas, poder, todo lo que quisiera y solo debía hacer una cosa, renunciar al Bien Supremo. Samuel lo hizo con gusto, nunca había creído demasiado en eso.

Desde su prisión, Ragna-lok sonrió satisfecho.

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