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Lágrimas negras de Ulthwé

Infiltración

Llevaban ya dos días de marcha desde que vieran pasar el último convoy de tropas enemigas, pero Durell no se hacía ilusiones sabía que los Necrontyr con la ayuda de sus siervos humanos, tenían suficientes recursos para mantener clavado a las tropas de la alianza mucho tiempo. Y era por este motivo que llevaban a cabo la misión.
Según los informes de los exploradores, la base enemiga no debía quedar muy lejos del lugar en que se encontraban, lo más posible era que llegaran a ella el día siguiente. Mientras tanto avanzaban sin descanso, apenas paraban un par de horas al día para recuperar fuerzas, puesto que sabían que el tiempo escaseaba.
Su escuadra siguió adelante, sólo nueve de los diez soldados que la componían se movía junto a él, el décimo miembro de la unidad, una guardiana cuya arma era uno de los escasos rifles de explorador que las Lagrimas poseían, se había adelantado al resto cumpliendo las funciones de exploradora. Cada cierto tiempo la eldar volvía para informar de cualquier noticia importante.
Como ahora. Durell hizo que la unidad se detuviera. La exploradora se acercó al vidente.
- Señor, una patrulla enemiga, al frente.
- ¿Cuántos?- preguntó Durell.
- Solo cinco. Y no se mueven, como si estuvieran protegiendo algo
- En ese caso deben tratarse de centinelas. – reflexionó el vidente. – Quizás estamos más cerca de la base de lo que pensábamos. Bien, soldados, desplegaos, envolveremos a la patrulla. No quiero armas de fuego. El trabajo debe realizarse limpiamente para no dar la alarma. ¡Adelante!
Los guardianes se marcharon. Durell se volvió a la exploradora.
- Quiero que busques un buen lugar desde el que disparar tu arma. Te avisaré cuanto estemos listos. Tuya será la primera baja enemiga.
- Sí, vidente.
Durell se acercó al lugar donde se encontraban los enemigos. Era un patrulla humana, probablemente Skitarii – pensó Durell al ver sus armas. No tenían brazos propiamente dichos, si no que habían sido sustituidos por armas blancas y de fuego.
El vidente ocupó su posición, no podía ver al resto de su unidad, debido a la gran capacidad de camuflaje que tenían, por su entrenamiento a manos de los maestros de los Escorpiones asesinos, pero sabía que estaban allí.
Durell dio la orden.
El primero de los guerreros enemigos cayó al suelo, con la cabeza atravesada de un certero disparo. Un segundo más tarde, los guardianes salieron de sus escondrijos y atacaron a los cuatro restantes. El propio Durell desenvainó dos largos Raukos, unas delgadas espadas tubulares preparadas para ser clavadas en vez de para cortar, y se lanzó al combate.



La lucha acabó antes de empezar, los enemigos habían sido cogidos por sorpresa y no tuvieron oportunidad de responder al ataque.
Durell examinó los cadáveres de los guerreros enemigos y entonces comprendió como era posible que la resistencia fuera tan encarnizada en este planeta. Estos soldados no eran Skitarii, es más ni siquiera eran soldados. Era la población civil mon-keigh del planeta. Los Necrontyr los habían manipulado insertándole armas y anulando su voluntad, o eso supuso el vidente, y los había convertido en tropas de sus ejércitos. Durell se sintió asqueado por la idea.

La unidad eldar escondió los cadáveres y se puso en marcha. Llegaron a la base enemiga al anochecer. Durell repasó sus órdenes. Durante mucho tiempo habían intentado destruir la base desde el aire, pero pronto descubrieron que no era posible, un campo de fuerza rodeaba toda la base y esto unido a las baterías antiaéreas hacía imposible realizar un bombardeo contra ella.
La misión de Durell y de su equipo estaba clara, debía infiltrarse en la base y destruir tanto el generador de escudo como el control de las antiaéreas. Y según el servicio de inteligencia Tau, que habían perdido su vida para traer esta información, ambas funciones estaban localizadas en el centrote control de la base, así que era allí donde debían dirigirse. Los observadores Tau también habían informado de la existencia de una puerta trasera, apenas sin vigilar pero con un sistema de seguridad cifrado, que imposibilitaba la entrada a quién no conociera la clave, aunque ese problema ya había sido solucionado.

Durell esperó a que fuera noche cerrada para ponerse en marcha. La armadura de los guardianes, al ser completamente negros y aislantes del calor corporal que desprendían sus portadores, hacían completamente invisibles a los eldars, tanto a la visión normal a con la infrarroja. El propio Durell se había despojado de sus típicas vestiduras de vidente y vestía un traje de estos.
Lentamente pero sin pausa, fueron dando un rodeo a la muralla que protegía la base, evitando en este caso todas las patrullas de vigilancia que pudiera haber.
Llegaron rápidamente a la puerta trasera ya que no estaba muy lejos del lugar por el que habían llegado. Acabaron fácilmente con los vigilantes de la puerta, ya que no eran muchos, y los guardianes establecieron un perímetro de seguridad mientras Durell se encargaba de la puerta.
El vidente sacó un artefacto de su cinturón, y lo colocó sobre el panel de acceso de la puerta. El artefacto era un pequeño descifrador de manufactura Tau que le habían proporcionado los de inteligencia.
Durell activó el aparato y esperó, en apenas un minuto el descifrador obtuvo la secuencia correcta de la clave y abrió la puerta.

Se colaron rápidamente en el interior. La puerta era el acceso a lo que parecía ser un corredor secundario y prácticamente abandonado. Recorrieron rápidamente el corredor en completo silencio y buscando alguna indicación del centro de control.
Pero la galería no disponía de ninguna salida lateral, así que tuvieron que recorrerlo en su totalidad.
Finalmente desembocó en una sala circular, amplia y atestada de lo que parecían ser terminales de maquinas mon-keigh. Lo que no vieron en un principio es que dicha sala no estaba vacía.
Tres Skitarii estaban situados en el centro de la habitación y en cuanto los eldars entraron en la habitación comenzaron a disparar. Durell y el resto de guardianes se lanzaron tras las terminales de la habitación protegiendose de los disparos. Todos menos la exploradora que iba en último lugar, y no fue lo suficientemente rápida.
Una ráfaga de proyectiles trazadores la dejaron echa trizas.

Aldámahtar vio como la exploradora caía abatida y eso le enfureció. Saliendo de detrás de una de las terminales disparó con su catapulta shuriken acabando con uno de los engendros semimecánicos. Un instante después ahogó un grito, una bala le había alcanzado en el hombro.
Durell disparó su pistola, pero dado que lo hizo por encima de su cabeza sin apuntar, sus proyectiles fueron contra la pared.
Los Skitarii no paraban de disparar, pero lo hacían por encima de las terminales, como si no quisiesen dañar estas. Durell reconoció que se trataba de un empate técnico, pues aunque estaban a salvo de los disparos tras las maquinas, no podían dejar su protección pues los acribillarían. Estaban perdidos, no tardaría mucho en sonar la alarma, y la habitación se llenaría de refuerzos.
Durell intentó pensar en algún plan. Repaso el equipo que llevaba, su pistola shuriken, los Raukos, su espada bruja, granadas… ¡Granadas, eso era!
El vidente cogió una granada, la activó y la lanzó al centro de la sala.
<¡Granada!> Avisó a los guardianes mediante un mensaje telepático. Estos se agacharon aún más detrás de las terminales para protegerse.
La granada hizo explosión, y la onda explosiva lanzó a Durell contra la pared, aunque se dio un buen golpe fue absorbido en su mayor parte por la armadura.
El grupo de eldars se levantó y se dirigió al lugar que antes ocupaban los Skitarii. Nada quedaba de ellos, la granada de plasma los había vaporizado por completo.

Tras el combate con los Skitarii en la sala de los terminales siguieron adelante.
Recorrieron multitud de pasillos acabando rápidamente con las escuadras de vigilancia.
Finalmente tras un largo camino llegaron unas puertas dobles de acero, y selladas mediante un circuito. Otro panel de acceso estaba en la pared al lado de las puertas.
Durell se acercó a Aldámahtar que ahora portaba el rifle de la exploradora muerta. Aunque había vendado su herida, esta aún le molestaba bastante, impidiéndole disparar de manera efectiva.
- Aldámahtar, te quedaras aquí en el pasillo y nos cubrirás las espaldas.
- ¿Qué? Vidente, ¡no! Pienso ir con usted allí dentro.
- Soldado, si este es en verdad el centro de control estará muy vigilado y no estas en condiciones de luchar.
Aldámahtar tuvo que reconocer que era verdad. Así pues se quedaría en el pasillo.
Durell se dirigió al panel de acceso, colocó el descifrador Tau sobre él.
Las puertas se abrieron en poco tiempo.
El vidente y los guardianes entraron dentro de la sala y acabaron rápidamente con los ocupantes de la misma. Todos eran técnicos y encargados de los terminales de la sala. Durell se había equivocado, no estaba protegida.
Y sin embargo, al echar un vistazo a la sala comprobó que se trataba del centro de control.

Se volvió a los guardianes para que empezaran la colocación de los explosivos que llevaban cuando uno de ellos se desplomó. No se había oído el sonido de ningún disparo ni tampoco nadie había entrado en la sala.
Durell se acercó al guardián caído y le quitó el casco. La cabeza del eldar había desaparecido. Cuando levantó el casco este derramó sobre el suelo un torrente de sangre y de tejidos cerebrales y musculares. Algo había licuado la cabeza del eldar, literalmente.
Durell miró horrorizado al resto de guardianes, cuando sin previo aviso se encontró volando. Chocó contra una de las maquinas de la habitación, a veinte metros del cadáver del eldar. Un fuerte dolor de cabeza lo envolvió, dejándole casi inconsciente, ¡era un ataque psíquico! ¡Pero eso era imposible, los Necrontyr no tienen psíquicos en sus filas!
Concentró todo el poder mental que podía reunir y poco a poco fue levantando barreras en su mente para disminuir el ataque psíquico.
Los guardianes que se habían quedado mirando al vidente como si se hubiera vuelto loco, cayeron al suelo, inconscientes.

Durell consiguió expulsar el ataque de su cabeza y logró ponerse en pie. En es momento, la otra puerta que existía en la sala se abrió, y de ella surgieron tres figuras. Las dos primeras, dos Skitarii avanzaron al interior de la habitación y se colocaron a cada lado de la puerta.
La tercera figura avanzó hasta quedar enfrente de Durell. Se trataba de un humano, vestido con una armadura corporal negra que le ocultaba todo el cuerpo y una gabardina de color marrón por encima. Lo único que no estaba cubierto era su cabeza. Y solo la mitad izquierda del rostro del humano era de carne. El resto incluido toda la mandíbula inferior y el cuello era de metal, implantes. Durell se fijó en el colgante que colgaba del cuello del mon-keigh, la reconoció al instante, pues ya había lucha do contra ellos y sus ejércitos antes de unirse a las Lágrimas. Era el símbolo de la Inquisición.

- Hola, vidente eldar. Tenía muchas ganas de conocerte, tras ver lo que has hecho hoy aquí. – dijo el humano dirigiéndose al vidente en su propia lengua. Su voz sonaba con un tono metálico, pues provenía de una laringe artificial.
Durell no dijo nada pero su quedó totalmente sorprendido.
- ¿Te sorprendes? – dijo el mon-keigh. - ¿Por qué crees que esto estaba sin proteger? Os he estado siguiendo a ti y a tu grupo por las cámaras desde que accedisteis al interior.
- Ah, permíteme que me presente. Mi nombre es Douglas Barrous, antiguo inquisidor del Ordo Xenos y aliado de los Dioses Estelares.
- Los Yngir no tienen aliados, mon-keigh, sólo siervos. – respondió el eldar.
- Cierto, pero yo tengo algo que ellos necesitan y que no pueden controlar, por eso soy su aliado. Ellos necesitan psíquicos, mi querido vidente, pero no pueden someterlos…Han de aliarse con ellos, y eso es lo que han hecho. – dijo. El inquisidor dio un par de pasos hacia la derecha y se volvió de nuevo hacia Durell. – Ah, pero tanta cháchara me aburre, he disfrutado bastante viendo como llegabais hasta aquí, pero este es el final de vuestro camino.
Barrous lanzó un ataque psíquico que Durell detuvo sin apenas esfuerzo. Los poderes del humano eran inferiores al del eldar. Y Durell lo sabía, el ataque del principio lo había pillado desprevenido, pero esta vez no.
Durell atacó la mente del vidente, pero su ataque fue también bloqueado. No debía subestimar al inquisidor pues era poderoso.
- Este enfrentamiento no lo decidirán nuestros poderes psíquicos. Que las armas decidan. – Barrous cogió lo que parecía ser el mango de una espada, solo que si hoja. El inquisidor pulsó un botón, y una hoja de energía pura de más de un metro surgió de la empuñadura. - ¿Te gusta? Un regalo que me hicieron los C’tan cuando sellamos nuestro trato.
Durell desenvainó su espada bruja, que llevaba en una vaina colgada a la espalda.
El primero en atacar fue el humano. Haciendo un giro de la espada sobre su mano lanzó un tajo directo a la cabeza del eldar, que este bloqueó sin dificultades. Tras este ataque Durell atacó. Si alguien ha visto un eldar en acción podrá dar testimonio de su velocidad, tanto que en muchas ocasiones se convierten en un borrón difuso. En esto se convirtió el vidente ahora. Los ataques llovían contra el inquisidor desde todos lados. De haberse tratado de un oponente normal ya estaría muerto. Pero Barrous no era un oponente normal.

Multitud de implantes potenciadores aumentaban la velocidad del humano. Este conseguía parar todos los ataques. Así estuvieron durante largo tiempo sin conseguir ninguno ventaja sobre otro. Hasta que Durell paró su acometida.
Hubo un último choque de espadas, y los dos oponentes quedaron enfrentados.
Barrous vio como el vidente sujetaba la espada bruja con una sola de sus manos, lanzó una carcajada pues sabía que con la fuerza de una sola mano no podía hacer uso de toda su fuerza. Lo que no vio, fue el Rauko que portaba Durell en la otra mano y que se clavó con fuerza en la parte aún biológica de su rostro.

El vidente no esperaba matarlo con ese ataque pero si distraerlo lo suficiente. Mientras el inquisidor agarraba el Raukos para arrancárselo, Durell hizo una finta con la espada bruja y rebanó la cabeza del humano, así como el brazo que tenía sobre esta.
El cuerpo de Barrous cayó al suelo, pero mientras lo hacía los dos Skitarii que habían permanecido impasible ante el combate se activaron y apuntaron con sus cañones al vidente.
Durell bajó su espada, estaba muerto, podría matar a uno de los droides pero el otro lo acribillaría. Había perdido.

Uno de los Skitarii cayó al suelo con la cabeza arrancada de cuajo de un disparo, el otro confuso por lo que había sucedido también fue derribado poco después con un agujero humeante en el pecho.
Durell, sorprendido, miró a sus espaldas.
En la puerta con el rifle de explorador en sus manos se encontraba Aldámahtar.

Prosigue la contienda



Al’kadian se dejo llevar por las corrientes del Empíreo. No sabia cuanto tiempo llevaba allí, ya que en este lugar el tiempo no existía. Aunque tampoco es que le importara mucho, desde su muerte esas cosas habían dejado de preocuparle.
Lo que si le preocupaba era la misión que debía realizar, no por los peligros que pudiera conllevar, si no por la posibilidad del fracaso. No podía decepcionar a lilith. No decepcionaría a lilith, no podía permitírselo, había demasiado en juego.
El brujo siguió moviéndose, notó la presencia de un grupo de seres del Inmaterium, pero no le preocupaban, Al’kadian podía sentir el escudo psíquico que lilith levantaba alrededor de su cuerpo para evitar que los demonios sintieran su presencia, al menos los más débiles.
Este pensamiento le recordó que la vidente también se estaba jugando su vida protegiéndolo.
Al’kadian siguió adelante, cumpliría su misión, aunque le costara su alma.

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lilith permanecía sentada en el suelo de la pequeña campaña de hueso espectral que sus Aedas óseos habían construido para ella. Llevaban ya demasiado tiempo aquí, la guerra contra las fuerzas del Enemigo se había estancado en el planeta, y sus fuerzas no conseguían avances. Pero ella no debía preocuparse por eso, había delegado sus funciones a Durell, de manera que sólo debía ocuparse de mantener activo el campo que protegía a Al’kadian hasta que este cumpliera su encargo y volviera a su joya.

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Durell se agazapó tras una muralla e hizo a una señal su escuadra, que se ocultó de la misma manera que él lo había echo. El vidente echó un vistazo a la carretera adyacente al edificio en el que se ocultaban, un grupo de fuerzas del enemigo avanzaba por ella, y tras ellos multitud de vehículos de combate.
Aún no podía creer lo fuerte que era la resistencia en este lugar, en principio esto iba a ser una contienda rápida, los Necrontyr y sus aliados humanos no disponían de mucha presencia aquí, y sin embargo, sus fuerzas parecían inagotables.
Durell avanzó por la planta baja del edificio, seguido de sus tropas, ocultándose de la columna de fuerzas enemigas que avanzaba por la carretera.
Su misión era clara, debían evitar en la medida de lo posible el conflicto. Pues debía infiltrarse en territorio enemigo y descubrir de dónde provenían los refuerzos de los Necrontyr, en su mayoría aliados humanos.

Tras dejar atrás la columna enemiga, se refugiaron el interior de lo que parecía ser una antigua vivienda mon-keigh. Allí, se permitieron descansar un poco.
Durell observó a sus soldados, lo mejor de sus Lágrimas. Solo eran diez eldars los que componían el grupo, pero eran los mejores. Guardianes de asalto, comandados por Aldámahtar, que había sido ascendido a líder de escuadrón recientemente, por la valiente defensa de un pequeño puesto de exploración, contando sólo con un grupo muy reducido de soldados a sus ordenes.


Pasaron la noche en aquel lugar, pues preferían no emprender la marcha hasta el amanecer. En realidad, ninguno de los soldados llegó a descansar del todo, pues la proximidad de la batalla. Durell, desde luego, no consiguió conciliar el sueño. Sus pensamientos pasaban de Asonia a lilith, y de lilith a Asonia. Sabía que eso era peligroso, pues sus sentidos debían estar puestos del todo en la misión que tenían que realizar, pero no era capaz de quitárselas de la cabeza. Asonia, se había encontrado con ella un par de veces en el tiempo que llevaban en el planeta. Para el vidente habían sido unos encuentros muy agradables pese a que se habían reducido a cambiar palabras de aliento e impresiones sobre el combate. Y lilith, últimamente se estaba comportando de manera extraña, se había encerrado en aquella tienda para realizar algo que no quería comentarle y le había traspasado el liderazgo de las Lágrimas. Liderazgo que el pronto había puesto en manos de la Exarca de las Espectros, pues quería comandar en persona a las fuerza de infiltración.

A la mañana siguiente, volvieron a ponerse en marcha.

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Ragna-lok se movía a través del Inmaterium con rumbo fijo. Le sorprendía que Tzeentch le hubiera perdonado la vida, el dios no destacaba por conceder segundas oportunidades.
Le había encomendado acabar con el humano, con el “profetizado” como le había llamado. Ragna-lok se aseguraría de ello, tenía una cuenta pendiente con ese maldito mortal. Sin embargo, tendría que encontrar otra manera de entrar en el espacio real, esta vez de nada servirían los subterfugios, atacaría con todo su poder y para ello debía encontrar un canope adecuado, de nada le servirían los humanos, y mucho menos los Tau, necesitaba una psique mas poderosa.

Ragna-lok siguió adelante cuando sintió algo en el Empíreo, una perturbación… ¿eldar?
Bah, no importaba, el eco era muy débil y el tenía cosas más importantes que hacer.


De haber podido hacerlo, Al’kadian habría respirado aliviado, había creído que todo estaba perdido cuando vio al demonio acercarse al lugar en que él estaba, pues aunque el escudo que lilith proyectaba lo hacía invisible a los demonios menores, no estaba del todo seguro acerca de este.
Pero el demonio ya se alejaba de allí sin dar señales de haberlo visto.
Debía andarse con más cuidado, la próxima vez podría no tener tanta suerte.


Nuevo mundo

Aldámahtar se apoyó en la pared del hangar. Veía como las naves de transporte Tau, Orca según le habían dicho, despegaban y ponían rumbo al enemigo. También los guerreros de la casta del fuego iban embarcando en los transportes. El eldar saludó a uno de los Tau de la escuadra que en ese momento pasaba a su lado. Aquel guerrero y el había creado un relación amistosa y el tau le había enseñado parte del su idioma, lo suficiente para hacerse entender. El guerrero le devolvió el gesto.
Aldámahtar sentía que estaba excluyendo a sus tropas, en cierto modo comprendía la decisión del Aun’o de no dejar partir a las Lagrimas, no estaban al máximo de sus capacidades y así se lo había hecho a entender a la Exarca Espectro que ahora se encontraba al mando de las fuerzas de Ulthwé en ausencia de sus dos líderes.

El soldado se dirigió hacia el hospital, no sabía si los videntes habían sido informados de la situación.
En primer lugar se dirigió a la habitación del vidente Durell.
- Vidente, ¿estais ahí?- dijo, golpeando levemente la puerta. Nadie respondió.
Al eldar le extrañó que no le respondiera, se suponía que no podía abandonar su cuarto hasta no estar recuperado del todo.
Aldámahtar oprimió el botón de apertura y la puerta se deslizó hacia un lado silenciosamente. La habitación estaba vacía, el vidente no se encontraba dentro.
El guardián entró en la estancia.
- Soldado, ¿qué hacéis aquí?- Aldámahtar se giró al oír la voz. Durell estaba en la puerta, contemplando sorprendido al guardián. Al eldar no se le escapó el detalle del vidente girando sin cesar una especie de anillo que llevaba en el dedo anular.
- Vidente, os estaba buscando. El Aun’o ha empezado la contraofensiva, unidades Tau y la flota de combate de Da’fio están partiendo en este momento. Apenas quedan transportes.
- ¿Cómo?- Durell levantó la voz. Eran demasiadas emociones para un solo día y aún no estaba recuperado del todo.- Debemos avisar inmediatamente a la vidente Eth-khalion. Debemos…
Durell cayó al suelo, y toda la habitación desapareció. La imagen del lugar fue sustituida por otra. Una serpiente multicolor se retorcía en una cárcel de energía. Sin embargo, la serpiente reía y Durell se sintió enloquecer al escuchar el estridente sonido de las carcajadas del ente. La imagen se desvaneció tan rápidamente como había surgido.
El vidente recuperó la visión y lo primero que fue es a Aldámahtar inclinado sobre él.
- ¡Vidente! ¿Estáis bien?
- Sí, sólo ha sido…sólo ha sido una pequeña indisposición. No pasa nada, debemos avisar a Lilith.
Salió de la habitación sintiendo los ojos del guardián, que iba detrás de él, contemplándolo fijamente.
Encontraron sin dificultades la habitación donde se alojaba la vidente. La encontraron sentada en una silla. Aparentemente estaba dormida, pero Durell sabía que lo que hacía era meditar.
- Vidente.- Durell se acercó a ella y le habló al oído. Despertarla bruscamente del trance podría resultar fatal.- Vidente, despierte.
Lilith, se encontraba muy lejos de allí, llevaba toda la tarde de meditación, desde que había despertado, intentando encontrar indicios del aura del maestro Ulthran. No había logrado sintonizar con él, y eso sólo podía suponer una cosa. Que Eldrad Ulthran había muerto, tal como le dijo Arathion…
Poco a poco, Lilith fue volviendo en sí, la voz de Durell cada vez se hacia más clara, hasta que finalmente despertó.
- Durell, ¿Qué haces aquí?
- Vidente, tenemos problemas. Los Tau han empezado el ataque a los Necrontyr...Sin contar con nosotros.
En pocos minutos la pusieron al corriente de todo. Aunque Durell se abstuvo de contarle su visión, ya tenían suficientes problemas.

El Aun’o se encontraba supervisando el embarco de las tropas desde el centro de mando, y tenía las comunicaciones centradas en el “Justicia del Tau’va” que dentro de poco abriría fuego sobre la estrella de Ygmir.
Las puertas del centro se abrieron. Myien miró hacia ellas. Entraron los dos videntes de Ulthwé, Lilith y Durell, y uno de sus soldados.
- ¡Aun’o! ¡Exijo una explicación!- Lilith se acercó al Tau.- ¿Porqué no se nos ha informado del ataque?
- Vidente, yo creí oportuno que no participaran, sus tropas aún están demasiado debilitadas. Y no serían capaces de combatir.
Lilith estaba apunto de responderle cuando el sistema de comunicaciones restalló. Una voz Tau inundó la sala.
“Justicia del Tau’va en posición. Lanza Cazadora Estelar lista. Objetivo fijado. Disparo en diez…nueve…ocho…”
En la mente de Durell volvió a resonar la risa estridente de la serpiente de su visión.
“Tres….dos….uno. Fuego”
La sala quedó en silencio. El Aun’o estaba expectante. Ahora descubriría si habían tenido éxito.
“¡Objetivo alcanzado! ¡Aun’o, lo hemos conseguido, lo hemos…”
Lilith no alcanzó a oír el resto. La sala en la que se encontraba se desvaneció. La oscuridad ocupó su lugar. De la oscuridad surgió una luz, era una luz cambiante que pronto tomó la forma de una serpiente multicolor. Lilith vio como la serpiente parecía escapar de una extraña prisión.
Apenas duró un segundo, demasiado tiempo.
- Du…Durell.- Lilith miró a su segundo.
- Sí, vidente. Yo también lo he sentido.
Myen miró a los videntes, él no era capaz de comprender los trucos mentales de los eldars.
- ¿Qué es lo que han sentido?- preguntó.
- Una perturbación en el Empíreo.- respondió Lilith.- No se que es lo que ha hecho esa “Justicia del Tau’va”, pero no ha sido nada bueno.
- ¿Cómo?- Myen no podía creer lo que decía.- ¡Hemos acabado con la estrella de uno de los Señores de los Necrontyr! ¡Ahora no tienes ningún lugar al que huir para recobrar fuerzas! ¡Lo tenemos a nuestra merced!
- Pues en su empecinamiento por acabar con un enemigo han liberado a otro, aún más poderoso.

Ragna-lok sonrió. Esperó a que la brecha que esas ilusas e insignificantes criaturas había creado en su prisión se abriera aún más. Ragna-lok no recordaba cuanto tiempo llevaba encerrado allí, pero ahora podía salir de nuevo y extender el caos por la galaxia tal y como había hecho antes de ser encerrado.
Ragna-lok centró su atención en uno de aquellos planetas. Las criaturas llamadas “tau” y los llamados “humanos” combatían contra los sirvientes de los Yngir. Prestó especial interés en uno de los combates, ya había encontrado un huésped.

El Gue’ve’sa Samuel recuperó la conciencia, recordó haber luchado contra esos malditos necrones y como de repente algo cayó del cielo, consumiendo tanto a sus compañeros como a sus enemigos en unas llamaradas de un color que variaba entre el azul y el púrpura. Samuel se sorprendió de estar vivo.
Se acercó hasta el cráter que aquella cosa había creado al caer. Algo en el centro le llamó la atención, bajó por el cráter y se acercó. Era una piedra pero con la particularidad de que parecía estar cambiando continuamente de forma. Samuel no pudo resistir la tentación de tocar el objeto, y al hacerlo, su cabeza se llenó de imágenes. Eran imágenes que le prometía riquezas, poder, todo lo que quisiera y solo debía hacer una cosa, renunciar al Bien Supremo. Samuel lo hizo con gusto, nunca había creído demasiado en eso.

Desde su prisión, Ragna-lok sonrió satisfecho.

Alianzas

Lilith vio como un grupo de alienígenas se ocupaba de sus heridos. Se quedó allí de pie, contemplando el campo de batalla y observando los movimientos del líder de los mon-keigh. Lo que no le encajaba era el arma, ¿qué hacía un arma de los antiguos en manos de aquellos seres?
El aspecto de las criaturas le resultaba familiar, había estudiado acerca de ellos, pero no era capaz de acordarse.
- Se llaman así mismo Tau. Son una raza joven pero capaz, que llegará al nivel que ahora mismo ocupáis vosotros.- una voz sonó en su cabeza. Le resultaba extraño pues la voz tenía un tono de familiaridad que la eldar sólo había escuchado cuando Durell se dirigía hacia ella.
- ¿Quién eres tú?- No podía tratarse de los alienígenas, de los Tau, pues la voz usaba el idioma eldar.
- Mi nombre es Antakanya, aunque me conocen con el nombre de “Rostro de honor”. Soy el arma que ves en manos de aquel Tau, de nombre Aun’o Da’fio Myen Mont’yr, es el líder de toda esta fuerza. No debes preocuparte por ellos, son aliados y no buscan hacer ningún mal. Incluso están ayudando a tus propios heridos.
Lilith vio que era cierto. Le molestaba que lo hicieran, pero si su buena voluntad era cierta, le vendrían bien. Sus Lágrimas apenas tenían recursos para ocuparse de todos los heridos.
Agarró a uno de sus soldados que pasó a su lado.
- ¿Y el vidente Durell? ¿Sabes donde se ha metido?
- No señora. Lo último que sabemos de él es que estaba luchando en el flanco derecho.
- Bien, no pasa nada. Quiero que te encargues de comprobar cuantos heridos tenemos. Y también…que hagas lo mismo con los muertos.
- Sí señora. No la defraudaré.
Lilith se quedó pensativa. Era extraño que Durell no se hubiera puesto en contacto.

Abrió los ojos. Sentía un dolor punzante en el estómago y le dolía hasta respirar. Entonces lo recordó todo. La batalla, el Necrontyr y el dolor lacerante que casi lo mata. Se extrañó de no estar muerto. Durante un momento volvió a perder el conocimiento. Cuando se despertó de nuevo notó cómo le colocaban algo sobre el cuerpo. Al abrir los ojos vio una figura inclinada sobre él, poniéndole unos extraños parches en la herida. La figura se giró al notar los movimientos de Durell y lo miró. Se quitó el casco que llevaba. Vio los rasgos claramente femeninos y el cabello, recogido en trenzas, le caía hacia atrás. Unos fieros tatuajes recorrían su rostro. Se trataba de una humana y le sorprendió que lo ayudara. Los humanos no suelen ser tan comprensivos con los de su raza.
Su estupor aumentó al escuchar el canto de la mujer, aunque no entendía la letra, su ritmo tranquilizaba. En ese momento, empezó a verlo todo borroso. La vista se le iba, y notaba cómo la vida también se le escapaba. La humana dijo algo, pero la voz llegaba de muy lejos y no entendió lo que decía. Además ya poco importaba, lo único que deseaba era dormir.

El guardián al que la vidente le había encargado ocuparse de los heridos, Aldámahtar de nombre, se dirigió a un pequeño claro dónde residían multitud de heridos y muertos. Los alienígenas estaban allí, ayudando a los heridos eldar y colaborando con aquellos eldars que estaban lo suficientemente ilesos para ayudar en las tareas sanitarias. Le sorprendió ver a mon-keigh y a eldars trabajando codo con codo, teniendo en cuenta la desconfianza de los de su raza para con las otras especies.
La guerra nos iguala a todos y nos pone a trabajar con la fuerza de nuestros hombros. Sonrió al pensar esto. Era una frase digna de un líder arengando a sus tropas.
Cuando se acercó más, empezó a ver las terribles heridas que presentaban los muertos. Las armas de los Necrontyr desintegraban los tejidos con pasmosa precisión. Muchas extremidades habían sido arrancadas de cuajo y volatilizadas.
Aldámahtar vio uno de los mon-keigh inclinado sobre lo que parecía ser uno de sus brujos, a la vista del atuendo que llevaba. Pero no, el mon-keigh no era uno de aquellos alienígenas de piel azul y rasgos planos, era ¡una humana!
Se acercó rápidamente hacia ellos.
- ¿Qué hace?- le preguntó a la mujer.
Ella no hablaba su idioma y por tanto no pudo responderle, pero lo dio a entender por señas que el eldar del que se estaba ocupando necesitaba ayuda.
Se fijo en el eldar, ¡se trataba del vidente Durell! Respiraba, pero débilmente, debía avisar a la vidente Eth-Khalion.
- Quédate con él. – le dijo a la humana. Sabía que no lo entendía pero acompañó sus palabras con gestos. – Voy a buscar ayuda.

- Acercaos a ellos, necesitáis su ayuda vidente, y están dispuestos a dársela.
No le hacía ninguna gracia tener que acercarse pero dio unos pasos hacia delante, no sabía porqué, pero lo hizo.
- Se que no confiáis en aquellos que no son de vuestra raza, Lilith Eth-Khalion. Conozco mucho acerca de vos, se lo que os ocurrió en vuestra infancia. Pero ellos no son Orkos.
A Lilith le sorprendió que Antakanya supiera todo aquello. Pero luego comprendió, un arma de aquel tipo creada por los antiguos tenía poderes psíquicos superiores incluso a los de su raza, así que podría haber accedido a sus recuerdos sin que ella se diera cuenta.
Decidió darles un voto de confianza. No tenían nada que perder, si al final resultaba que el arma le había engañado y los alienígenas eran enemigos, acabarían con todos ellos. Pero si rechazaba su ayuda, también perecerían. Estaba en un punto muerto.
Que los dioses decidan.- pensó.- Si es que aún queda alguno que vele por nosotros.

Terminó de acercarse a los Tau y se sentó junto al líder.
- Mi nombre es Lilith Eth-Khalion, vidente de Ulthwé.
Esperó a que el Aun’o, como lo había llamado Antakanya, respondiera.
Poco después respondió. No entendía lo que decía pero casi al mismo tiempo que el Tau empezó a hablar, la voz del arma sonó en su cabeza.
- Yo soy Aun’o Da’fio Myen Mont’yr. Aunque usted puede llamarme Myen, o si prefiere algo más formal, Aun’o. “Rostro de honor” me ha contado cosas acerca de usted. Se que no confiáis en los que no son eldars. Pero nosotros no buscamos ningún daño, es más buscamos aliados. Los sirvientes de los dioses estelares se alzan una vez más, y empiezan a amenazar nuestros dominios. La espada me dijo que vosotros seríais grandes aliados en su lucha.
- Cómo podéis ver, Aun’o, no estamos en condiciones de ayudar a nadie. Nuestras bajas son muchas y tenemos heridos que precisan de atención urgente.
Una vez más, esperó a que el arma tradujera sus palabras y a que el Tau emitiera su respuesta.
- Lo comprendo, y es por eso que le ofrezco nuestra ayuda. Nosotros cuidaremos de sus heridos, pero para eso necesitaremos transportarlos a Da`fio. Es nuestro planeta natal y allí tenemos los recursos suficientes para encargarnos de ellos.
Lilith respiró resignada, ella era la líder de sus soldados, y como tal, debía pensar en lo mejor para ellos, aunque eso supusiera entrar en conflicto con sus principios. Aún no entendía la razón por la que el maestro Ulthran la había puesto al mando. Deseó que Durell estuviera a su lado, sus dotes diplomáticas le hubieran venido bien en este caso.
- Esta bien, Aun’o. Acepto, pero tanto yo como el resto de mis tropas sanas, les acompañaremos.

Durell volvió a despertarse. No sabía donde se encontraba. Lo ultimo que recordaba era la humana a su lado cantando. Ahora se encontraba en un lugar distinto, no estaba al aire libre si no dentro de algún edificio o algo similar. Pero la decoración le era completamente extraña. ¿Dónde estaría?
Intentó incorporarse pero un estallido de dolor en el vientre le disuadió de hacer tal cosa.
- ¡Vidente! No debéis hacer eso, aún estáis muy débil.- Aldámahtar estaba a su lado, velando por él.
- Y… ¿y la humana que me encontró?- tenía que encontrarla y hablar con ella. No podía negar que el tiempo que ella había estado junto a él había tenido un gran significado.
- No lo sé, vidente. Supongo que estará en otra de las naves. ¿Para qué quiere verla?
- Necesito darle las gracias por salvarme la vida. Por favor, ve a buscarla.
- Está bien vidente. Lo haré.
Cuando Aldámahtar salió de la estancia, Durell volvió a sumergirse en sus pensamientos. Recordó el bello rostro de la mujer, los movimientos de sus manos mientras le aplicaba aquel parche que había ayudado a cerrar temporalmente su herida.
¿Qué me está pasando?- pensó.- ¿Es posible que me sienta atraído por una humana?
Debía aclarar sus ideas. Eso no podía ser posible, aunque en el fondo de su ser sabía que era cierto.

El silencio de la muerte

Durell se dirigió corriendo hacia el templo, tenía que avisar a la vidente del ataque, ¡debían marcharse inmediatamente del lugar!
Al entrar en el templo chocó contra Lilith que en ese momento salía de él, estuvieron a punto de caer al suelo.
- ¡Señora! ¡Tenemos problemas! ¡Los Necrontyr, están aquí! – La vidente pareció no hacerle caso. Durell vio que estaba con la mirada perdida y no parecía haberse dado cuenta de que estaba allí. - ¿Vidente? ¿Os encontráis bien?
- Lo he visto, Durell. Estas ruinas eran de una gran ciudad eldar y los Necrontyr la destruyeron por completo, esto es lo único que queda.
- Señora, hemos sido atacados. Sólo era uno pero es muy posible que pronto sean más. Debemos volver al campamento y prepararnos para un posible. – Cuando mencionó el campamento, Durell vio como la determinación cubría el rostro de Lilith.
- Sí. Avisa a las banshees, volvemos.

Esta vez el trayecto entre las ruinas y el campamento lo realizaron en menos tiempo debida a la urgencia que tenían de llegar allí.
Cuando llegaron el campamento estaba tranquilo. Con excepción de los centinelas, el resto de eldars disfrutaba de un merecido descanso.
Pero esto no iba a ser posible. Lilith avisó a los centinelas para que levantaran a todos los demás soldados. En poco tiempo, haciendo gala de una marcialidad ganada a pulso por los años, todos los soldados se encontraban en sus puestos.
Todo el campamento quedó en silencio.
- ¿Oís eso?- preguntó Lilith a sus consejeros.
- ¿El qué, señora? Yo no oigo nada.- respondió uno de los brujos.
- Exacto, hasta los mismos animales han callado.
Los brujos se miraron, ni siquiera se habían dado cuenta. Algo debía suceder de un momento a otro para que hubiera ocurrido eso.
Y en ese preciso instante, el bosque estalló.
Decenas, cientos de árboles se volatilizaron y de entre el bosque destruido, surgieron. En paso silencioso, eran como fantasmas vengativos, y eran legión.
Fila tras fila de guerreros necrontyr se iban acercando a las posiciones de los eldars, flanqueados por los destructores y precedidos de los desolladores que como sabuesos iban olfateando el rastro de los eldars.
Los soldados eldars seguían escondido tras las ruinas, esperando que su líder diera la orden de ataque.
- Esperad un poco más.- la voz de la vidente resonó en las mentes de todos los eldars.- Un poco más, un poco más.- Los Necrontyr seguían acercándose, con su paso lento, pero seguro.-¡Ahora!

Los guardianes eldar salieron de sus escondites y saturaron el aire con una ráfaga tras otra de afilados disparos shuriken. Demasiado afilados. Los proyectiles atravesaban limpiamente los cuerpos de los necrones pero estos seguian haciendo caso omiso de los impactos.
Sólo las armas de las banshees, que ya había trabado combate con una escuadra de Espectros en la parte oeste, eran capaces de dañar seriamente a los guerreros Necrontyr.

Lilith vio como las armas de la “Filo lunar” acababan con uno de aquellos Necrontyr voladores. Pero la tripulación de la Vyper no pudo disfrutar de su pequeña victoria. La nave explotó dejando tras de sí tan sólo un pequeño rastro de polvo. El grito de los tripulantes resonó en el interior de la mente de la vidente que quedó aturdida al sentir el eco psíquico. Cuando miró hacia el lugar de donde habían venido los disparos lo que vio la horrorizó.
- ¡Monolito! – gritó la eldar mientras arrojaba su lanza bruja contra la mole.
Ni siquiera se molestó en comprobar si le había alcanzado. Desenfundó su pistola shuriken y empezó a disparar. Mató a uno de un disparo en la cabeza y le cortó el brazo a otro de un disparo en el codo. Pero eso no los detenía. El que había sido disparado en el rostro se puso de pie mientras sus facciones se recomponían. Del codo del otro salieron unos cables que se engancharon al brazo seccionado y volvieron a juntarlo al cuerpo. Eran demasiados y no podían detenerlos…

Durell esquivó una de sus garras, luego con una finta de su espada desvió la trayectoria de la siguiente. Intentó asestar un golpe, pero en el tiempo que le llevó hacerlo, su enemigo ya se había colocado detrás de el. Se lanzó hacia el suelo, esquivando por milímetros la cola de aquel Necrontyr. ¿Cómo iba a vencerle si ni siquiera era capaz de ver sus movimientos?
Finalmente logró ensartar a la criatura con su espada bruja, aunque eso no impidió que la cola del Necrontyr se le clavara en el estómago.

Lilith siguió atacando, esta vez con Alyothe, que había vuelto a sus manos aunque sin conseguir arañar la superficie de aquella mole de metal orgánico.
Iba matando un necrón tras otro, la lanza bruja si lograba hacer verdadero daño a sus enemigos. Lanzó una llamarada de fuego psíquico que consiguió destruir a un par de guerreros enemigos, para luego partir por la cintura a otro. Pero aún así eran demasiados.
Estaban entre la espada y la pared cuando de repente…
El Monolito estalló. Un proyectil a hipervelocidad había impactado en su blindaje y lo había vaporizado. La onda expansiva los derribó al suelo.
Mientras se volvía a poner en pie, vio un par de transportes de diseño mon-keigh posándose en el suelo. De su vientre, salieron pequeños grupos de humanoides que empezaron a atacar a los Necrontyr.
En relativamente poco tiempo, las fuerzas combinadas de las Lágrimas y de los alienígenas habían barrido a los necrones.

Lilith dio algunos pasos hacia el que parecía ser el líder, portaba un espada que parecía ser de manufactura… ¿Slanni?
¿Y ahora qué? Se preguntó la vidente.

Recuerdos (Capitulo 5)

Sólo hacia un par de días que se habían establecido en el mundo en el que habían ido a parar. El planeta no aparecía en ninguno de los archivos que disponían, era un mundo que aún no había sido descubierto, al menos no por los eldars. Mientras el ejército investigaba el consejo de videntes seguía buscando el lugar en el que estaba ubicado el planeta pero aún no habían conseguido nada.

Lilith paseaba impaciente por la tienda, le molestaba que aún no hubiesen podido descubrir la ubicación del planeta. En el centro la holopantalla trazaba el siguiente mapa estelar, el único que les quedaba por revisar. Alrededor de él, los brujos del consejo escudriñaban el mapa intentando localizar el mundo.

- Nada, vidente. El planeta no aparece en ninguno. Este mundo no ha sido catalogado aún. – Durell se acercó a Lilith. – Me parece que estamos perdidos.

La vidente se disponía a replicar cuando uno de los guardianes entró en la tienda.

- Videntes. – el guardián hizo una reverencia. – Hemos descubierto algo que sin duda les interesará. Hemos encontrado un complejo eldar. Esta en ruinas con la excepción de uno de los edificios.

- ¿Dónde?- Lilith se detuvo y miró al guardián.

- A un par de horas a pie de aquí, señora. Hemos venido lo más rápidamente posible.

- Llévame allí inmediatamente. – Lilith se dirigió hacia el consejo. – Vosotros os quedareis aquí, seguid intentando localizar el planeta. Durell, avisa a las banshees, ellas nos acompañarán.

- Sí, vidente.

Tras reunir a las guerreras se pusieron en marcha guiados por el guardián.
Después de un largo recorrido, llegaron a las ruinas. A pesar de que el paso del tiempo y el abandono habían hecho huella en ellas, aún conservaban un halo de majestuosidad. Los dos videntes llegaron al centro de los edificios mientras las banshees se dispusieron formando un diámetro de seguridad.

- Son eldars, no cabe duda. Pero nunca había visto este tipo de diseños. Me es completamente desconocido. – Durell se acercó a uno de los edificios y examinó las runas que estaban trazadas en él.

- Para mi no. – comentó Lilith. – Yo ya había visto ruinas de este tipo antes.

- ¿Señora?

- Ocurrió hace mucho tiempo, Durell. Puede que incluso antes de que tu nacieras.

Lilith le contó la historia. Por aquel entonces la vidente no era más que una aprendiz del maestro Ulthran. El maestro había acordado una reunión con un grupo de eldars exiliados, Ëaressi se llamaban. Aunque no podía recordar de que habían estado hablando el maestro y el líder de estos eldars. De lo que si se acordaba era del aspecto de los Ëaressi, orgullosos y altivos, su líder tenía el porte de uno de los míticos señores fénix. A Lilith le habían impresionado. Se preguntó que habría sido de estos eldars.

- Voy a entrar en aquel edificio. – Señalando hacia el único que aún estaba en pie. – Lo haré sola, quiero que te quedes aquí interpretando las runas.

Sí, señora. – Durell se quedó observando como la vidente se marchaba. Su manera de andar, resuelta y decidida lo fascinaba.

Aunque le avergonzaba admitirlo, Durell no podía negar que se sentía atraído por la vidente, no en el aspecto meramente físico, sino sobre todo por su carácter. Pero esto no podía ser, ese tipo de sentimientos eran los que casi habían destruido a su raza. El vidente estaba perdido en sus pensamientos cuando una voz lo llamó.

- ¿Vidente? – Era una de las banshees

- ¿Sí? ¿Qué ocurre?

- Estábamos inspeccionando la zona cuando hemos sido atacados, vidente. Surgió del suelo, de repente. Hemos podido destruirlo antes de que causara ningún daño. Suerte que solo fuera uno.

- ¿Qué os atacó? – Durell se puso alerta de inmediato.

- Será mejor que lo veáis vos mismo, vidente.

La guerrera se dirigió hacia el exterior de las ruinas seguido del vidente.
Llegaron a un pequeño claro en uno de los laterales del complejo, allí dos banshees más junto con la exarca.

- Señor, nos atacó sin aviso. Surgió de allí. – La exarca señaló a un orificio practicado en el suelo.

El vidente se acercó al enemigo derribado, nada más verlo su cara se contrajo en una mueca de preocupación. Si ellos estaban aquí, entonces más les valía a las lágrimas salir del planeta cuanto antes.

- He de avisar a la vidente Eth-Khalion. Retiren esto de aquí y llévenlo a un lugar alejado.

Durell se dirigió al complejo de ruinas. La exarca dirigió su mirada al enemigo que habían derrotado. Tenía el aspecto de un esqueleto humanoide, pero en vez de huesos estaba hecho de metal.